A continuación un excelente artículo de la Metapedia, que explica sobre la economía nacional-socialista, que es el tipo de economía que yo defiendo:
Economía nacionalsocialista
El término economía nacionalsocialista se refiere al conjunto de estrategias económicas aplicadas durante el Tercer Reich.
La economía nacionalsocialista no sigiuió doctrina alguna, su único
objeto era aumentar la productividad al servicio de la sociedad, pues
cualquier sistema económico que fuese adoptado, independientemente de su
origen o de sus dogmas teóricos, era valorado de acuerdo a sus
resultados en la práctica. De modo que, si bien puede decirse que la
economía nacionalsocialista era una economía ecléctica, que tomaba de
cada idea lo mas provechoso para la sociedad, la esencia de la economía
del Tercer Reich se resume en tres puntos básicos:
El economista alemán Gottfried Feder, padre de la economía nacionalsocialista, en su obra Manifiesto para el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero, dedicó un estudio específico al interés del dinero y por qué éste constituye un gran mal para un país.
La tesis del préstamo a interés, afirma Feder, es "el invento diabólico del supracapitalismo".
Hjalmar Schacht (un masón y saboteador de los esfuerzos militares alemanes) fue uno de los principales encargados de alimentar al principio de los años 30, la inestabilidad que acabó haciendo caer a los sucesivos cancilleres alemanes hasta que Adolf Hitler asumió el cargo. Schacht obtuvo préstamos de los banqueros judíos Montagu, Mendelssohn, Wassermann, Warburg y de la Banca Morgan norteamericana.
Cuando Hitler afianzó el poder, y coincidiendo totalmente con Feder, rechazó las proposiciones de Schacht para que Alemania pidiera préstamos de extranjeros y le prohibió que continuara por ese camino. Le dijo que no quería que Alemania viviera de prestado; "los préstamos ataban al país; le coartaban su soberanía".
La economía nacionalsocialista se desliga completamente del sistema monetario basado en el interés, la deuda, el dinero-fiat y el patrón-oro, y esa es una las razones por las que las potencias capitalistas entraron en guerra contra Alemania. En el sistema económico nacionalsocialista sólo se emite moneda para pagar un trabajo realizado. La moneda está respaldada por el trabajo productivo y la riqueza real de la nación, y no, como en el actual sistema económico, por cuestiones intangibles ni por recursos materiales que no existen en la práctica, ni por "la confianza de los mercados", ni por la deuda. La masa monetaria de un país debe ser exactamente igual a la riqueza real y tangible de dicho país y no que haya más dinero o menos dinero que bienes y servicios disponibles. Si el Estado desea crear crédito (dinero), antes debe crear riqueza. En ese sentido, el Tercer Reich no creaba dinero para financiar obras, sino que directamente se ponía a trabajar en las obras, emitiendo dinero a medida que la obra era completada. El dinero se emitía para pagar al trabajador. No se necesitaba dinero para trabajar. El dinero era una consecuencia del trabajo, no del banco ni del mercado.
En los países capitalistas, si no había dinero, todo el trabajo se paralizaba. Por ejemplo, la crisis del 29 se generó porque los capitalistas de Wall Street cerraron el grifo del crédito y luego crearon un gran pánico especulativo. En el capitalismo, si el dinero escasea, da igual que haya obreros cualificados o fábricas en perfecto estado de funcionamiento: la economía no funciona. Esto subordina la economía a la política monetaria y financiera, es decir, a los que controlan el grifo del crédito: bancos centrales y privados, los verdaderos propietarios de la moneda. Sólo cuando los bancos quieren, empieza a fluir el capital y éste reactiva la economía.
En la economía nacionalsocialista era al contrario. Las fábricas siguen funcionando, los obreros siguen trabajando y a fin de mes son retribuidos económicamente con el único fin de facilitarles que puedan intercambiar el sudor de su frente y la riqueza creada por otros bienes y servicios producidos por compatriotas suyos. En el primer caso, son los banqueros y los mercados los que controlan la emisión de moneda. En el segundo caso, son los trabajadores y el Estado los que controlan la emisión de moneda. El dinero se genera dependiendo de cuánto se produce en trabajo.
Los beneficios producidos por las obras públicas costean su propia construcción. Por ende, las obras se pagan a sí mismas, y cada vez que se hace una obra, simplemente se crea dinero para pagar a los trabajadores y así aumenta la masa monetaria conforme al valor real de la obra. De este modo, el asunto de los impuestos sufriría una revolución total en un sistema económico nacionalsocialista: los impuestos podrían bajar muchísimo y hasta suprimirse del todo, lo cual era el objetivo final de los nacionalsocialistas (Véase sección La Hacienda. El Estado sin impuestos).
Siguiendo la base de la abolición del interés del dinero, un banco puede prestar dinero sin interés. El Banco Central de Alemania, es decir, el equivalente a la Reserva Federal hoy en día para Estados Unidos, se llamaba Reichsbank y creaba dinero libre de deuda y de interés, que representaba un trabajo realizado y que era propiedad del poseedor de dicho trabajo, no del banco. Actualmente, todo el dinero que existe es propiedad del banco, no representa un trabajo sino una deuda o una maniobra especulativa y encima esa deuda es a interés. Eso condena al sistema económico a seguir creando dinero indefinidamente, con el verdadero objetivo de concentrar cada vez más riquezas y medios de producción en menos manos.
El patrón-trabajo es el modo más eficaz de saltarse los mecanismos de aquellos que emplean la emisión de dinero como herramienta de dominación y del trabajo ajeno. El dinero no tiene valor por sí mismo, sólo es un bono por trabajo efectuado, una mera herramienta para facilitar el intercambio de trabajo, bienes y servicios. Nadie puede ponerse a crear dinero al gusto si ese dinero no representa operaciones comerciales susceptibles de ser realizadas o una riqueza real creada.
Este sistema no es novedad: Benjamin Franklin había explicado exactamente lo mismo con respecto a las colonial scriptures, es decir, que simplemente había que crear dinero para regular el flujo de bienes y servicios reales y existentes. Y este dinero, naturalmente, debía estar libre de interés y de deuda, ya que estaba respaldado por bienes y servicios y, por tanto, por el trabajo de quien había creado dichos bienes y servicios. El oro no es necesario, se puede respaldar una moneda con infinidad de activos además del oro.
Alemania no pedía prestado el dinero, lo creaba ella misma a partir de trabajo productivo realizado. Si el Estado crea dinero para pagar a un trabajador que produce algo, el aumento de la masa monetaria no tiene por qué repercutir en un aumento de la inflación ya que también se han aumentado en la misma medida los bienes disponibles por lo producido por este. Mientras el dinero esté respaldado por un activo tangible, no hay inflación.
Los marxistas teorizaban que los factores productivos eran "tierra" (recursos, materias primas, medios de producción), "trabajo" (trabajadores de la cualificación necesaria, obras que necesitan hacerse) y "capital" (dinero). Según esta filosofía, aunque haya tierra y trabajo, si no hay dinero, los trabajadores se quedan en paro y las obras se quedan sin hacerse, o los productos sin distribuir, etc. Esto tiene consecuencias negativas pues condiciona el funcionamiento de la economía a la disponibilidad de dinero, que a su vez depende de los únicos que, hoy en día, están capacitados para crear dinero: los bancos usureros. Si el banco usurero se niega a soltar dinero, o decide mandarlo a otro país, la economía del país se hunde. Y sin embargo, hay trabajadores de sobra y trabajos que necesitan hacerse. Por esa razón se le llama "capitalismo": porque sin capital la economía no funciona. Aceptando esta aberración, los marxistas aceptan de facto las premisas del capitalismo, según la cual la economía sólo florece si es regada con capital, y que el trabajo es una mera consecuencia de ese capital.
Oswald Spengler afirmó que "Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica... Una economía puede moldearse según el alma de una generación... La economía tiene un deber moral... Desde Adam Smith hasta Marx se utiliza un análisis eminentemente materialista... Tenemos una concepción nueva de la economía que está situada más allá del capitalismo y del marxismo."
Por su parte Feder afirmaba: "Las finanzas deben estar al servicio de la comunidad. Los plutócratas no deben formar un Estado dentro del Estado. En el área de la política social nuestro principio debe ser: el bien general es la ley suprema."
En plática con los obreros de la construcción, donde millones de cesantes estaban encontrando empleo, Hitler les decía:
Alemania durante el Tercer Reich era socialista por lo que se debe entender realmente por ese término: "el beneficio de la colectividad está por encima del interés particular", "el bienestar del Pueblo es más importante que las ambiciones materialistas de unos cuantos". El Estado debe ser como una gran tribu. Quien no sabe vivir en tribu (y en una tribu el individuo tampoco es nada), no sabrá vivir en Estado, y ni siquiera comprenderá el mismo concepto del Estado.
Los consorcios, las cámaras de comercio, las agrupaciones industriales y la propiedad privada de pequeñas y medianas empresas fueron respetados. En realidad, el Tercer Reich no modificó la estructura económica de la República de Weimar, sino que se limitó a intervenirla, fijando precios del mercado. Si bien se respetó el capital privado, se nacionalizaron empresas que significaban sectores estratégicos e influyentes así como trusts, la banca y los monopolios.
Se llegó incluso a hacer obligatorio el consorcio de industrias. Resulta interesante hacer notar que el Führerprinzip no fue introducido en el seno de los consorcios, sino que continuó dirigiendo la mayoría. De esta manera, la economía dirigida se combinó con la iniciativa de la empresa libre. El capitalismo fue suprimido, y el mercado fue intervenido y puesto al servicio de la comunidad.
Al Nacionalsocialismo le bastaron dos años para impulsar un desarrollo desbordante de prosperidad. Y a los cuatro años el país era ya una potencia entre las potencias.
Adolf Hitler estuvo a cargo de una de las mayores y mejores expansiones de la producción industrial, de infraestructura y la mejora civil como nunca antes se había visto, levantando enormemente la economía alemana.
Entre 1934 y 1937, la Alemania de Hitler gozó de excelentes estándares de vida para la clase obrera y media. La tasa de desempleo se redujo sustancialmente para posteriormente desaparecer por completo. Esto debido en su mayor parte a través de la construcción de obras civiles (Organización Todt). Desde el punto de vista económico, los resultados fueron notables: de 1933 a 1938, los ingresos aumentaron de 6.600 a 25.000 millones de Reichsmarks.
Se iniciaron importantes trabajos de comunicación vial (carreteras o Autobahn); en siete años de su gobierno se construyó una red de autopistas nacionales de 12.000 kilómetros que aún hoy en día se utiliza, además de represas, ferrocarriles y edificios majestuosos. Entre 1933 y 1938 se construyeron en Alemania 677.870 edificios que contienen 1.458.124 viviendas populares.
El régimen de Hitler impulsó una enorme intervención del Estado en la economía ya sea creando empresas estatales de servicios como fijando controles de precios y reglamentando toda actividad de las empresas privadas, de tal manera que los empresarios alemanes debieron seguir las directivas gubernamentales.
En el extranjero, muchos economistas se habían burlado de este "experimento" y habían esperado un catastrófico derrumbe. Como éste no ocurría, después de ocho años, el Radcliffe Collage de Cambridge Massachussets, becó a Maxine Y. Sweezy para que viajara a Alemania a hacer una investigación.
Maxine dijo que era necesario hacer un estudio de esa estructura económica porque, contra lo que se esperaba, ni una inflación, ni la falta de recursos económicos ni una revolución interna habían aparecido.
Y ya en el campo de los hechos, Maxine fue encontrando muchas novedades:
El nacionalsocialismo adopta una posición decididamente proteccionista respecto de la agricultura y en cuanto a la distribución de la propiedad rústica sigue el criterio de combatir la rentabilidad, asegura la tenencia familiar y reunir la condición de propietario y trabajador. Los casos de expropiación y hasta sin indemnización, están claramente consignados en el programa de los 25 puntos. Pero, posteriormente a éste, el partido hizo una declaración extensa sobre la cuestión agraria alemana (marzo de 1930) y sobre los trabajadores del campo, que, sintéticamente, se exponen a continuación.
El pueblo alemán cubre una gran parte de sus necesidades alimenticias con la importación de subsistencias; esta importación la pagaba con el producto de su comercio exterior, con la exportación industrial o con los capitales alemanes colocados en el Extranjero. Pero actualmente Alemania paga esa importación de subsistencias con el dinero que toma a préstamo en el exterior, principalmente. Si falta el crédito, se interrumpe el aprovisionamiento y entonces el proletario alemán, principalmente, tiene que trabajar a bajo precio o emigrar. La liberación esta en que la tierra alemana produzca lo necesario. Hay que aumentar el rendimiento de la agricultura nacional. Fuente de renovación juvenil es la población campesina. Sus peligros son también amenaza para el Estado alemán.
Pero el mayor rendimiento agrícola tiene como obstáculo la falta de maquinaria, dado el endeudamiento del labrador y la falta de cultivos remuneradores. Por otra parte, la presión tributaria es agobiadora; la concurrencia extranjera poco evitada; las ganancias del gran comercio intermediario, excesivas y en manos de los judíos; los precios por abonos y fluido eléctrico, en manos de consorcios judíos, usurarios... El labrador no hace más que contraer deudas.
Se procuraba que cada terrateniente administrara la explotación en beneficio del aprovisionamiento de todo el pueblo, y sólo los compatriotas alemanes debían poseer la tierra. La posesión jurídica del suelo debe ser hereditaria, para bien general. Se creaban tribunales en la clase agraria para que ello se cumpla, constituyéndose con labradores y representaciones del Estado. Supresión de la especulación de tierras y de rentas para el poseedor inactivo; el Estado tiene derecho de opción en toda venta de tierras; prohibición de constituir hipotecas a favor de prestamistas privados; autorización para el crédito a sociedades agrícolas y del Estado; impuesto sobre el producto conveniente, con exclusión de los demás; coexistencia de diversas magnitudes de propiedad agrícola que cumplen su función; derecho de Anerbe (institución vinculadora del derecho alemán sobre tierras, para evitación de la pulverización de la propiedad agrícola y endeudamiento de la misma); derecho de expropiación, con indemnización adecuada de las tierras no poseídas por compatriotas, mal cultivadas o grandes propiedades no cultivadas por sus propietarios y destinadas a colonización interior, por causa de utilidad pública. La colonización interior se administrará por el sistema hereditario, examinando las condiciones de los labradores, teniéndose en cuenta a los hijos del labrador establecido no herederos.
La mejora de los campesinos se perseguirá mediante la desgravación tributaria, evitación de deudas, rebaja del interés de los préstamos estímulos a la remuneráción del cultivo, proteccionismo aduanero, eliminación de la especulación bursátil de los productos agrícolas y de la explotación de los agricultores por el comercio al por mayor de sus productos y su substitución por asociaciones agrícolas fomentadas por el Estado; suministro de maquinaria, abonos, semillas y ganado a precios ventajosos, mejoramientos; extinción de plagas, informaciones e investigaciones agronómicas del suelo, gratuitamente. Los trabajadores del campo serán admitidos, mediante contratos de trabajos justos, en las asociaciones de campesinos; el Estado será el inspector y juez supremo. Los trabajadores que descuellen serán preferidos para establecerlos como colonos y la mejora de la habitación y del salario para los trabajadores ha de constituir una rápida realización. Fomento de la enseñanza agrícola y de la cultura campesina.
Hitler termina su declaración diciendo que es un desatino creer que se puede excluir ninguna clase profesional de la comunidad popular y que es un crimen lanzar a los campesinos contra las ciudades, pues las dos partes, para florecer, han de ser conjuntamente.
Después de lo consignado en el programa y en las declaraciones posteriores de Hitler sobre la cuestión agraria alemana, y luego de haber expuesto el comentario explicativo de la posición del partido respecto de la cuestión referida, conviene tener en cuenta algunas opiniones recomendables de la literatura nacionalsocialista, aunque sólo sea para orientar al lector en sucesivos estudios.
Hildebrandt expone en una monografía sobre el nacionalsocialismo y los trabajadores del campo[2] la vida del campesino alemán con tétricos colores. Pobreza, ignorancia, desamparo por todas partes en el hogar campesino. «En la casa del trabajador el joven bebe desde pequeño el veneno del odio, cuando ve al padre sentarse a la mesa lleno de preocupaciones y a la madre vagar por la casa con ojos llorosos»[3] Tal estado de cosas, en el campo alemán, no mejoró con la revolución, y, a pesar de las huelgas alentadas por los social-demócratas, ninguna utilidad para la masa de trabajadores se ha obtenido. Claro que los marxistas se han aprovechado de tal situación, pero sin mejorarla, porque la democracia liberal judaico-capitalista del mes de noviembre ningún interés tiene en la formación de una clase campesina fuerte y sana.
Después de una descripción detallada de la vida del trabajador del campo, vivida por el mismo autor que de él procede, afirma: «Nuestros padres fueron social-demócratas y nuestros hermanos todavía en parte lo son. En estas luchas, nos encontramos con Adolfo Hitler; él nos enseñó a amar la patria alemana con el alma popular, cosa que no fue para nosotros difícil de comprender, porque nos acordábamos de nuestra juventud; escuchábamos aún el rumor de los bosques y nos acordábamos de los juegos felices en medio de libre naturaleza patria; cuando ya fuimos hombres y la vida de guerra quedó atrás, buscamos el socialismo para poder tener una parte en esa patria, en esa tierra natal. Después de habernos hecho hombres en las trincheras, no quisimos ya arrastrar el dogal de la esclavitud ni tolerar que nuestra sangre fuese absorbida por una fauna liberal burguesa.
Buscamos al socialismo alemán y otra vez tropezamos con Adolfo Hitler; él nos hizo ver claramente que no es socialismo lo que el marxismo propaga desde hace ya muchos años, especialmente el ver un robo en la propiedad, y nos enseñó otro camino. Los alemanes debíamos prepararnos para rechazar lejos de nosotros a los bebedores de sangre; que anualmente sacaban millones y millones de las heridas del pueblo. El verdadero socialismo alemán conduce a esto: a posibilitar la mejora de posición a todo ciudadano y compatriota alemán bajo el gobierno alemán del Estado, socialismo que se garantiza mediante la unión de los compatriotas de todas las clases sociales, impedida por el aborto liberal burgués y por el marxismo».[4]
La predisposición de ánimo del nacionalsocialismo se refleja en la monografía de J. Dorner, que no siendo programática expresa bien el punto de vista del partido en variadas propagandas[5]
La técnica en su manifestación actual, se muestra en la industria, principalmente y está enlazada con el rentabilismo capitalista y subordinada a él, y ésta, a su vez, manejado por el espíritu judaico-materialista.[7]
La técnica lo influye todo, hasta los dominios del arte, la misma música no se substrae a aquélla, y viene a ser el supuesto del progreso en casi todos los órdenes. La evolución de la economía nacional alemana, que de agraria se ha convertido en industrial, a la técnica es debida. El imperio británico, desparramado por el globo, no sería posible sin la técnica que consolida su cohesión. Pero todo ese colosal desarrollo de la técnica no tiene otro fin que el de proveer a la necesidad cotidiana de la alimentación a cubrir nuestras necesidades materiales. Pero la banca y la bolsa judía dominan la industria, que, con la inflación, se vio obligada a humillarse, so pena de desaparecer. Aprisionada así, la industria no puede cumplir la finalidad que naturalmente le está asignada, o sea: la productividad más abundante y completa de bienes, regida por la idea de proporcionar a todos los hombres la mayor participación posible en tales bienes y emanciparles en lo posible de los esfuerzos corporales, fomentando, al mismo tiempo, el desenvolvimiento de la cultura. Pero tiranizada la industria, lo que se procura es que dé la mayor cantidad posible de dinero; no que realice un servicio, sino un gran beneficio[8]; procurar la mayor rentabilidad en beneficio de un pequeño y anónimo círculo de propietarios.
La posición del nacionalsocialismo está simbolizada en su afirmación fundamental: emancipación de la servidumbre del interés.
Porque, vamos a ver: ¿Es admisible esa racionalización del trabajo que absorbe intensivamente hasta la menor energía humana? El fordismo ha procurado tal cosa en algunas de sus medidas y por eso ha tropezado con la resistencia de los trabajadores. Se perseguía la conveniencia económica de la empresa, pero se dañaba ese elemento de la producción inseparable del hombre: el trabajo corporal de todas clases.
Otro ejemplo: El gran comercio puede dar más baratas las mercancías que el pequeño comercio porque tiene el auxilio de la maquinaria y del gran capital; el comprador, al adquirir más barato, realiza un menor esfuerzo económico y por lo tanto, conforme al principio de la economicidad, tal comercio sería más deseable, preferible a todo otro que no reúna tales condiciones. Sin embargo, el pequeño comercio representa una masa de población, una base familiar, por regla general, que constituye la solidez social básica; no significa una acumulación financiera pero sí algo que vale mucho más, como es una masa de población nacional sustentáculo del Estado. Por consiguiente toda política económica orientada en el sentido de proteger a la gran empresa y relegar a la pequeña, queriendo ser económica acabaría por socavar la economía nacional. Y cosa parecida puede decirse de la política comercial exterior que, queriendo obtener más baratos los artículos de importación, abriese las puertas aduaneras a poderosos concurrentes que aniquilarían a los productores nacionales que no pueden competir con el extranjero.
En síntesis: los economistas científicos, que se les da una higa de la política de los partidos, no aceptan esa concepción económica que, en fin de cuentas, es sólo un incentivo para la máquina y para la plutocracia. Una renuncia a la ganancia de una operación económica entre particulares puede redundar en beneficio de toda la economía social. Y aunque suene a paradoja, un buen negocio económico puede resultar muy mal negocio social. Los nacionalsocialistas razonan así: los grandes bazares están explotados por los judíos y el empleo del bluff es su método, junto a todo lo que significa captación y no siempre conveniencia a las verdaderas necesidades.
La multitud anónima penetra en los bazares y el lujo en edificación e instalación, la variedad de cosas que solicitan al comprador, le decide a gastar en cosas de mala calidad, siendo las mejores en esos bazares más caras que en los comercios de verdaderos especialistas. Todo ello significa la ruina de la clase media comercial. El bazar ofrece lo barato malo y lo bueno más caro. Son verdaderos espejuelos para la caza de alondras parroquianas. Crean necesidades artificiales.
He aquí algunos ejemplos de lo observado en los bazares.
Venta de artículos averiados: quesos podridos (Munich), tocino rancio (Brunswick), embutidos en malas condiciones (Berlín)... Todo esto cuidadosamente anotado por Gerber Rosten.[9]
En 1932, el comercio de los bazares se cifró en Alemania en 2.500 millones de marcos. Aunque esto representa la décima quinta parte del volumen del comercio al detalle, como el volumen de 50.000 medianos comercios que tengan de tres a cuatro empleados, trabajando, además, su propietario. Estos 50.000 comercios, con sus correspondientes 150.000 a 200.000 empleados, resultan eliminados por los bazares. En este círculo hay que incluir, además, de 200.000 a 250.000 individuos más que se quedan sin pan. Y las enormes ganancias de los propietarios de los bazares son atesoradas y sirven para otros fines distintos de la productividad industrial.
Y por lo que al personal se refiere mientras los empleados son mal retribuidos, los directores —como ocurre en el consorcio Karstadt— reciben una paga fija de 120.000 marcos y el 30 por 100 del beneficio neto, más otras ventajas. Esta participación, con las demás ventajas, se cifraron en el año 1929 en 6,5 millones de marcos. Añádase a eso que los directores son también accionistas y sacan sus buenos dividendos. El negocio no puede ser más redondo.
No precisa insistir más sobre el tema para formarse una idea de los fundamentos en que se apoya el nacionalsocialismo para combatir los bazares.
Los conciertos, sindicatos y trusts deben estatificarse. Teóricamente, la producción industrial en gran escala puede ofrecer productos más baratos y mejores, indudablemente; pero, en realidad, lo que ocurre con estas organizaciones gigantes es que dictan el precio al mercado, disponen la calidad de las mercancías y limitan su cantidad. El consumidor entra sólo en cuenta para el cálculo del límite máximo y mínimo de su capacidad de compra. Los llamados ring, operan reabsorbiendo las demás de la misma clase y así se evitan la competencia; se adscriben o se cierran. De esta suerte se regula la oferta de productos al señalar "contingentes" para el mercado, y automáticamente hacen jugar la oferta y la demanda y, por lo tanto, el precio. Eliminada prácticamente la competencia, se hace amo del mercado la explotación gigante. Y el accionista, entonces, lo que busca es sacar el mayor interés a su capital, aunque padezca la calidad del producto y se pisotee el interés del consumidor. Todo invento que puede representar una mejora se mira con gran prevención, sobre todo si amenaza a la rentabilidad del capital. No pocos de ellos han sido comprados y escondidos. Y como ya no pueden emprender otra orientación, puede decirse que han cristalizado; disponen de una gran burocracia y están maduros para entrar en la estatificación en beneficio de la colectividad.
Pero, ¿todas las explotaciones gigantes deben estatificarse? No. La estatificación es limitada. Las comunicaciones admiten la estatificación y sobre esta rama la experiencia de los ferrocarriles de Estado es, en Alemania, concluyente.
En la rama comercial, la estatificación debe limitarse a lo que es objeto de consumo de masa. Y en este sentido quedan comprendidas las subsistencias más importantes (los cereales, por ejemplo), pero no la producción de los mismos, sino su reparto. Durante la guerra, Alemania conoció esta reglamentación del comercio de los trigos, lo que fue llamado por algunos "socialismo de guerra", término equivocado, toda vez que la estatificación de ese comercio nada tenía que ver con las supresiones de la producción privada que es término programático de la democracia social.
En Rusia las únicas organizaciones burguesas subsistentes han sido las asociaciones agrícolas de producción y de consumo. La permanencia de esta rama de la economía agraria está justificada. La asociación agrícola (para abonos, maquinaria, etc.) facilitará la cobertura del consumo. Por último: las sociedades de consumo eliminarían a los intermediarios, favoreciendo directamente al consumidor. Como se ve, el nacionalsocialismo tiene un sentido realista que le lleva a no mover un pie en su plan de grandes transformaciones programáticas sin haber afirmado bien el otro.
Feder dice en su explicación del programa nacionalsocialista que el Estado sin impuestos no es una utopía y que puede demostrarse numéricamente su posibilidad[10] Y como directrices de la política financiera nacional-socialista describe las siguientes:
Lo mismo que en la URSS y que en la Italia fascista, fue prohibida la huelga, y como los sindicatos fueron disueltos, el obrero quedó sin intermediarios frente al Estado, que intervenía como árbitro en caso de conflictos laborales. El Estado intervenía para aconsejar o reemplazar las insuficiencias en el material agrícola e industrial. No se produjo ninguna resistencia obrera y los socialistas se adhirieron en masa al régimen. El Frente del Trabajo, creado en mayo de 1933, había reunido 25 millones de afiliados, que formaban un bloque único dividido en secciones administrativas.
Los jefes del Frente del Trabajo eran los jefes del patrono. El obrero estaba al servicio del patrono quien era su líder. No existía representación obrera y el salario se fijaba de acuerdo con el trabajo realizado. El descanso del obrero estaba reglamentado y organizado por un servicio especial llamado Kraft durch Freude (La Fuerza por la Alegría), la lucha social se hallaba así absorbida dentro de un órgano social. En cierto modo, el obrero se convertía en soldado y guerrero, y en lugar de concentrar esa fuerza de lucha para combatirse entre las clases sociales, como en el marxismo, se concentraba para luchar en unidad por un proyecto de nación.
Aunque Maxine reconoció que la economía del Tercer Reich tuvo muchos logros, sus conclusiones terminan por condenarla porque según él, entrañaba un aspecto "antisemita" y porque "era una economía de guerra", cuestión que fue propagada ampliamente por el economista judío Paul Samuelson, lo que le valió el Premio Nobel en 1970.
Sin embargo se trata de un dogma sin bases reales. John Kenneth Galbraith, jefe del Control de Precios en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, dice que hasta 1941 (durante los primeros nueve años del régimen de Hitler), había más economía de guerra en la Gran Bretaña que en Alemania. En ese año los ingleses fabricaron 20.100 aviones militares, frente a 10.775 aviones alemanes; 4.843 tanques ingleses, frente a 3.790; 16.700 cañones, frente a 11.200.[12]
Otro experto, Burton E. Klein, también niega que la economía nacionalsocialista se hubiera basado desde 1933 en lo que se denomina "economía de guerra". Hasta que la guerra se generalizó (1941-1942) comenzó plenamente el gran esfuerzo bélico.
Por otra parte, la razón detrás de esta política económica alemana, además de aquellas emanadas del Tratado de Versalles, era que Hitler siempre consideró a la URSS como una amenaza para toda Europa. De este modo, esta aparente "economía de guerra" tenía como propósito la legítima defensa nacional y una planificación ante un inevitable conflicto bélico entre Alemania y el Estado soviético, un conflicto del que nunca se esperaba que desembocaría en una guerra mundial provocada por las potencias occidentales.
Por lo tanto, esta preparación de una guerra con la URSS tenía dos principales objetivos.
Los alcances de la economía nacionalsocialista fueron tan considerables y se dieron en tan corto tiempo, que sus adversarios (Fondo Monetario Internacional, Bancos, Multinacionales, etc. la mayor parte controlados por el judaísmo internacional) han considerado indispensable ocultar del todo en qué consistía. Se le ha colocado encima una lápida y no se enseña a los universitarios ni a los alumnos de las escuelas de economía.
De hecho una de las causas de la Segunda Guerra Mundial fue precisamente el deseo de destruir dicha Economía que contradecía los postulados capitalistas defendidos de los aliados occidentales, y los cuales terminarían por imponerse rigiendo el mundo actualmente.
- Abolición del interés del dinero.
- Sustitución del patrón-oro por el patrón-trabajo (también llamado patrón-riqueza).
- El bien de la comunidad debe estar antes que el bien personal (Gemeinnutz geht vor Eigennutz).
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Claves de una economía de éxito
Abolición del interés del dinero
Véase también: Usura
El economista alemán Gottfried Feder, padre de la economía nacionalsocialista, en su obra Manifiesto para el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero, dedicó un estudio específico al interés del dinero y por qué éste constituye un gran mal para un país.
La tesis del préstamo a interés, afirma Feder, es "el invento diabólico del supracapitalismo".
Sólo ella posibilita
la indolente vida de zángano de una minoría de poderosos del dinero, a
costa de los pueblos creadores y de su capacidad de trabajo; es ella
quien ha llevado a la sociedad a vivir contrastes abismales. El
quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero significa la
restauración de la libre personalidad, la salvación del hombre de la
esclavización. El capital prestamista es tan infinitamente superior
frente a todo gran capital industrial (dedicado a producción), que las
grandes potencias del dinero sólo pueden ser enfrentadas eficientemente
mediante el quebrantamiento de la servidumbre del interés del capital
prestamista.
Hjalmar Schacht (un masón y saboteador de los esfuerzos militares alemanes) fue uno de los principales encargados de alimentar al principio de los años 30, la inestabilidad que acabó haciendo caer a los sucesivos cancilleres alemanes hasta que Adolf Hitler asumió el cargo. Schacht obtuvo préstamos de los banqueros judíos Montagu, Mendelssohn, Wassermann, Warburg y de la Banca Morgan norteamericana.
Cuando Hitler afianzó el poder, y coincidiendo totalmente con Feder, rechazó las proposiciones de Schacht para que Alemania pidiera préstamos de extranjeros y le prohibió que continuara por ese camino. Le dijo que no quería que Alemania viviera de prestado; "los préstamos ataban al país; le coartaban su soberanía".
Los créditos, además
de que significan una carga de intereses, implican depender
políticamente de fuerzas extrañas a la nación. Los intereses devoran la
capacidad de ahorro de un pueblo
Sustitución del "patrón-oro" por el "patrón-trabajo"
En el capitalismo financiero plutocrático, el capital produce la riqueza, pero en la economía del Tercer Reich, es el trabajo el medio que la produce. Es el trabajo y no el oro, lo que tiene verdadero valor para un país; la mano de obra que transforma las materias primas en productos, los bienes y servicios, la inteligencia de los inventores, ingenieros, técnicos, etc. y en suma cada miembro de la nación que tenga la capacidad de crear algo en beneficio del pueblo.La economía nacionalsocialista se desliga completamente del sistema monetario basado en el interés, la deuda, el dinero-fiat y el patrón-oro, y esa es una las razones por las que las potencias capitalistas entraron en guerra contra Alemania. En el sistema económico nacionalsocialista sólo se emite moneda para pagar un trabajo realizado. La moneda está respaldada por el trabajo productivo y la riqueza real de la nación, y no, como en el actual sistema económico, por cuestiones intangibles ni por recursos materiales que no existen en la práctica, ni por "la confianza de los mercados", ni por la deuda. La masa monetaria de un país debe ser exactamente igual a la riqueza real y tangible de dicho país y no que haya más dinero o menos dinero que bienes y servicios disponibles. Si el Estado desea crear crédito (dinero), antes debe crear riqueza. En ese sentido, el Tercer Reich no creaba dinero para financiar obras, sino que directamente se ponía a trabajar en las obras, emitiendo dinero a medida que la obra era completada. El dinero se emitía para pagar al trabajador. No se necesitaba dinero para trabajar. El dinero era una consecuencia del trabajo, no del banco ni del mercado.
En los países capitalistas, si no había dinero, todo el trabajo se paralizaba. Por ejemplo, la crisis del 29 se generó porque los capitalistas de Wall Street cerraron el grifo del crédito y luego crearon un gran pánico especulativo. En el capitalismo, si el dinero escasea, da igual que haya obreros cualificados o fábricas en perfecto estado de funcionamiento: la economía no funciona. Esto subordina la economía a la política monetaria y financiera, es decir, a los que controlan el grifo del crédito: bancos centrales y privados, los verdaderos propietarios de la moneda. Sólo cuando los bancos quieren, empieza a fluir el capital y éste reactiva la economía.
En la economía nacionalsocialista era al contrario. Las fábricas siguen funcionando, los obreros siguen trabajando y a fin de mes son retribuidos económicamente con el único fin de facilitarles que puedan intercambiar el sudor de su frente y la riqueza creada por otros bienes y servicios producidos por compatriotas suyos. En el primer caso, son los banqueros y los mercados los que controlan la emisión de moneda. En el segundo caso, son los trabajadores y el Estado los que controlan la emisión de moneda. El dinero se genera dependiendo de cuánto se produce en trabajo.
Los beneficios producidos por las obras públicas costean su propia construcción. Por ende, las obras se pagan a sí mismas, y cada vez que se hace una obra, simplemente se crea dinero para pagar a los trabajadores y así aumenta la masa monetaria conforme al valor real de la obra. De este modo, el asunto de los impuestos sufriría una revolución total en un sistema económico nacionalsocialista: los impuestos podrían bajar muchísimo y hasta suprimirse del todo, lo cual era el objetivo final de los nacionalsocialistas (Véase sección La Hacienda. El Estado sin impuestos).
Siguiendo la base de la abolición del interés del dinero, un banco puede prestar dinero sin interés. El Banco Central de Alemania, es decir, el equivalente a la Reserva Federal hoy en día para Estados Unidos, se llamaba Reichsbank y creaba dinero libre de deuda y de interés, que representaba un trabajo realizado y que era propiedad del poseedor de dicho trabajo, no del banco. Actualmente, todo el dinero que existe es propiedad del banco, no representa un trabajo sino una deuda o una maniobra especulativa y encima esa deuda es a interés. Eso condena al sistema económico a seguir creando dinero indefinidamente, con el verdadero objetivo de concentrar cada vez más riquezas y medios de producción en menos manos.
El patrón-trabajo es el modo más eficaz de saltarse los mecanismos de aquellos que emplean la emisión de dinero como herramienta de dominación y del trabajo ajeno. El dinero no tiene valor por sí mismo, sólo es un bono por trabajo efectuado, una mera herramienta para facilitar el intercambio de trabajo, bienes y servicios. Nadie puede ponerse a crear dinero al gusto si ese dinero no representa operaciones comerciales susceptibles de ser realizadas o una riqueza real creada.
Este sistema no es novedad: Benjamin Franklin había explicado exactamente lo mismo con respecto a las colonial scriptures, es decir, que simplemente había que crear dinero para regular el flujo de bienes y servicios reales y existentes. Y este dinero, naturalmente, debía estar libre de interés y de deuda, ya que estaba respaldado por bienes y servicios y, por tanto, por el trabajo de quien había creado dichos bienes y servicios. El oro no es necesario, se puede respaldar una moneda con infinidad de activos además del oro.
Alemania no pedía prestado el dinero, lo creaba ella misma a partir de trabajo productivo realizado. Si el Estado crea dinero para pagar a un trabajador que produce algo, el aumento de la masa monetaria no tiene por qué repercutir en un aumento de la inflación ya que también se han aumentado en la misma medida los bienes disponibles por lo producido por este. Mientras el dinero esté respaldado por un activo tangible, no hay inflación.
Los marxistas teorizaban que los factores productivos eran "tierra" (recursos, materias primas, medios de producción), "trabajo" (trabajadores de la cualificación necesaria, obras que necesitan hacerse) y "capital" (dinero). Según esta filosofía, aunque haya tierra y trabajo, si no hay dinero, los trabajadores se quedan en paro y las obras se quedan sin hacerse, o los productos sin distribuir, etc. Esto tiene consecuencias negativas pues condiciona el funcionamiento de la economía a la disponibilidad de dinero, que a su vez depende de los únicos que, hoy en día, están capacitados para crear dinero: los bancos usureros. Si el banco usurero se niega a soltar dinero, o decide mandarlo a otro país, la economía del país se hunde. Y sin embargo, hay trabajadores de sobra y trabajos que necesitan hacerse. Por esa razón se le llama "capitalismo": porque sin capital la economía no funciona. Aceptando esta aberración, los marxistas aceptan de facto las premisas del capitalismo, según la cual la economía sólo florece si es regada con capital, y que el trabajo es una mera consecuencia de ese capital.
El bien común antes que el propio
Véase también: Gemeinnutz geht vor Eigennutz
Oswald Spengler afirmó que "Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica... Una economía puede moldearse según el alma de una generación... La economía tiene un deber moral... Desde Adam Smith hasta Marx se utiliza un análisis eminentemente materialista... Tenemos una concepción nueva de la economía que está situada más allá del capitalismo y del marxismo."
Por su parte Feder afirmaba: "Las finanzas deben estar al servicio de la comunidad. Los plutócratas no deben formar un Estado dentro del Estado. En el área de la política social nuestro principio debe ser: el bien general es la ley suprema."
En plática con los obreros de la construcción, donde millones de cesantes estaban encontrando empleo, Hitler les decía:
Yo juzgo a una
economía desde el punto de vista del provecho que en la práctica
proporciona al pueblo y no partiendo de una teoría. Así, si alguien nos
dice: Miren, tengo una teoría económica maravillosa, debemos
responderle: ¿Qué provecho se le puede sacar? Esto es lo decisivo. La
teoría no debe interesar en modo alguno, nos debe interesar únicamente
el provecho, pues las personas no están al servicio de la economía, sino la economía al servicio de las personas.
Alemania durante el Tercer Reich era socialista por lo que se debe entender realmente por ese término: "el beneficio de la colectividad está por encima del interés particular", "el bienestar del Pueblo es más importante que las ambiciones materialistas de unos cuantos". El Estado debe ser como una gran tribu. Quien no sabe vivir en tribu (y en una tribu el individuo tampoco es nada), no sabrá vivir en Estado, y ni siquiera comprenderá el mismo concepto del Estado.
Historia
Economía dirigida
En los comienzos del régimen nacionalsocialista, Robert Ley intentó, a imitación del fascismo, organizar corporativamente el Frente del Trabajo, pero ante las protestas de Alfred Rosenberg, el corporativismo fue abandonado por el Führerprinzip.Los consorcios, las cámaras de comercio, las agrupaciones industriales y la propiedad privada de pequeñas y medianas empresas fueron respetados. En realidad, el Tercer Reich no modificó la estructura económica de la República de Weimar, sino que se limitó a intervenirla, fijando precios del mercado. Si bien se respetó el capital privado, se nacionalizaron empresas que significaban sectores estratégicos e influyentes así como trusts, la banca y los monopolios.
Se llegó incluso a hacer obligatorio el consorcio de industrias. Resulta interesante hacer notar que el Führerprinzip no fue introducido en el seno de los consorcios, sino que continuó dirigiendo la mayoría. De esta manera, la economía dirigida se combinó con la iniciativa de la empresa libre. El capitalismo fue suprimido, y el mercado fue intervenido y puesto al servicio de la comunidad.
Productividad e innovaciones
Cuando el NSDAP llegó al poder en 1933, la economía de Alemania estaba sumergida en un desastre económico originado por el Tratado de Versalles y aún sufría los efectos de la Gran Depresión iniciada en EEUU en 1929 y que también había perjudicado severamente el comercio exterior alemán con seis millones de desempleados y dos millones de subempleados.Al Nacionalsocialismo le bastaron dos años para impulsar un desarrollo desbordante de prosperidad. Y a los cuatro años el país era ya una potencia entre las potencias.
Adolf Hitler estuvo a cargo de una de las mayores y mejores expansiones de la producción industrial, de infraestructura y la mejora civil como nunca antes se había visto, levantando enormemente la economía alemana.
Entre 1934 y 1937, la Alemania de Hitler gozó de excelentes estándares de vida para la clase obrera y media. La tasa de desempleo se redujo sustancialmente para posteriormente desaparecer por completo. Esto debido en su mayor parte a través de la construcción de obras civiles (Organización Todt). Desde el punto de vista económico, los resultados fueron notables: de 1933 a 1938, los ingresos aumentaron de 6.600 a 25.000 millones de Reichsmarks.
Se iniciaron importantes trabajos de comunicación vial (carreteras o Autobahn); en siete años de su gobierno se construyó una red de autopistas nacionales de 12.000 kilómetros que aún hoy en día se utiliza, además de represas, ferrocarriles y edificios majestuosos. Entre 1933 y 1938 se construyeron en Alemania 677.870 edificios que contienen 1.458.124 viviendas populares.
El régimen de Hitler impulsó una enorme intervención del Estado en la economía ya sea creando empresas estatales de servicios como fijando controles de precios y reglamentando toda actividad de las empresas privadas, de tal manera que los empresarios alemanes debieron seguir las directivas gubernamentales.
En el extranjero, muchos economistas se habían burlado de este "experimento" y habían esperado un catastrófico derrumbe. Como éste no ocurría, después de ocho años, el Radcliffe Collage de Cambridge Massachussets, becó a Maxine Y. Sweezy para que viajara a Alemania a hacer una investigación.
Maxine dijo que era necesario hacer un estudio de esa estructura económica porque, contra lo que se esperaba, ni una inflación, ni la falta de recursos económicos ni una revolución interna habían aparecido.
Y ya en el campo de los hechos, Maxine fue encontrando muchas novedades:
- Reducido el costo del Gobierno, puesto que Hitler y los demás funcionarios no cobraban sueldo, los fondos se dedicaban a emprender grandes obras públicas para dar trabajo a los desempleados.
- La agricultura, siendo la base de la economía, recibió apoyo decisivo con diversas medidas y pudo incrementar la producción de víveres para no depender de importaciones extranjeras.
- Era obligatorio que la industria rebajara los precios de sus productos cuando se lograba disminuir el costo de tales o cuales materias primas (insumos).
- Los líderes que se enriquecían con cuotas sindicales fueron reemplazados por "Tribunales de Honor", que exigían cumplir sus deberes a obreros y patrones. El patriotismo se movilizó como un nexo de la solidaridad.
- Ese mismo nexo fue cultivado para acercar a la clase alta, la media y la baja, a fin de que la unidad de clases diera más fuerza funcional a la nación. Solidaridad de clases no lucha entre ellas.
- Trabajadores y empleados que llegaban a la edad de retiro, pero en buenas condiciones físicas, seguían trabajando. Para casos de reducción de rendimiento se crearon talleres especiales.
- Plan de construcción de casas: el costo máximo era de 7,000 marcos, de los cuales podían obtenerse 2,000 como préstamo gubernamental, con una tasa de interés del 3% anual.
- Exención de impuestos a empresas que desarrollaran procesos técnicos de importancia nacional. Esto alentaba la inventiva.
- Se impulsó la industria química para producir sucedáneos de productos escasos. Así surgió la margarina. Del carbón de piedra se empezó a producir gasolina sintética. Con piel de pescado se hacían zapatos. Los autobuses fueron adaptados para usar gas en vez de gasolina. Se aprovechó el vidrio para hacer tuberías. El papel y el aceite de desecho fueron reciclados. Los forrajes de verano pudieron usarse en invierno mediante depósitos fermentadores. Del aserrín se obtuvo harina para forraje. De las papas se extrajeron azúcares, etc. Surgió una gran variedad de compuestos químicos (erzaf).
- La economía se ajustó para evitar devaluaciones, pues se negó que éstas tuvieran algo de positivo, aunque el sistema liberal les atribuye ciertas virtudes.
- Nació el Volkswagen (literalmente en alemán, "automóvil del pueblo"). Fue idea de Hitler la creación de un coche accesible para servir como medio de transporte en tareas diarias al trabajador y brindarle placer en sus tiempos de ocio, proyecto que fue encargado a Ferdinand Porsche. En cinco años se duplicó el número de automóviles. En Fallersleben se construyó no sólo la fábrica de automóviles más grande del mundo, sino la fábrica más grande del mundo de cualquier cosa.
- Muchas libertades propias del liberalismo económico "dejad hacer, dejad pasar", fueron restringidas cuando se trataba de beneficiar a las mayorías. Un sentido de solidaridad lograba que esto fuera aceptado, según el socialismo nacional.[1]
- Se impulsó el empleo de pequeñas empresas, mediante el préstamo crediticio sin interés, el cual al ser pagado al gobierno en moneda nacional, se destruía inmediatamente evitando así la inflación.
- Se creó una ley "para la disminución del paro forzoso", y se procuró empleo para los 6 millones de personas que estaban registradas en las oficinas del trabajo.
- Se otorgaron préstamos prematrimoniales a bajo interés, y existía una importante reducción de impuestos para los matrimonios y familias con muchos hijos.
- Cuando una pareja alemana se casaba, tenía derecho a una casa y se le daban diez años de plazo para pagarla, y por cada hijo que tenían quedaba pagada una cuarta parte del inmueble.
- Se acordó impulsar la construcción de viviendas baratas en forma de casas para una o para más familias, y que estas casas debían tener una parcela de jardín o de tierra tan grande como fuese posible.
- Se puso especial empeño en que el precio del alquiler permaneciera módico, y que en general no debía pasar de 1/5 de los ingresos de las personas para las cuales están destinadas las viviendas.
- Los grandes laboratorios de Peenemunde, inventaron el motor capaz de lanzar cohetes estratosféricos y se resolvieron los problemas a fin de colocar satélites en el espacio exterior, que ahora son básicos en la comunicación telefónica mundial.
- El físico Pabst von Chaim, en un laboratorio de Rostock, estaba terminando de inventar un motor a reacción que luego fue perfeccionado por el profesor Messerschmitt. Este motor, conocido ahora como "jet", vino a transformar a la aeronáutica en todo el mundo.
- Al mismo tiempo, en los laboratorios Heinkel, la computación daba sus primeros pasos. Ahí nació para hacer rápidamente los complicados cálculos sobre el mejor rendimiento de las convaduras en las alas de los aviones.
Política agraria
El nacionalsocialismo, lejos de intentar proletarizar a la sociedad, impulsó la formación de nuevos grupos selectos. Puesto que consideraba a la agricultura como base de la economía, en el campo, constityó una clase privilegiada de labradores cuyas haciendas formaron bienes de familia inalienables, indivisibles y transmisibles por derecho de mayorazgo.El nacionalsocialismo adopta una posición decididamente proteccionista respecto de la agricultura y en cuanto a la distribución de la propiedad rústica sigue el criterio de combatir la rentabilidad, asegura la tenencia familiar y reunir la condición de propietario y trabajador. Los casos de expropiación y hasta sin indemnización, están claramente consignados en el programa de los 25 puntos. Pero, posteriormente a éste, el partido hizo una declaración extensa sobre la cuestión agraria alemana (marzo de 1930) y sobre los trabajadores del campo, que, sintéticamente, se exponen a continuación.
El pueblo alemán cubre una gran parte de sus necesidades alimenticias con la importación de subsistencias; esta importación la pagaba con el producto de su comercio exterior, con la exportación industrial o con los capitales alemanes colocados en el Extranjero. Pero actualmente Alemania paga esa importación de subsistencias con el dinero que toma a préstamo en el exterior, principalmente. Si falta el crédito, se interrumpe el aprovisionamiento y entonces el proletario alemán, principalmente, tiene que trabajar a bajo precio o emigrar. La liberación esta en que la tierra alemana produzca lo necesario. Hay que aumentar el rendimiento de la agricultura nacional. Fuente de renovación juvenil es la población campesina. Sus peligros son también amenaza para el Estado alemán.
Pero el mayor rendimiento agrícola tiene como obstáculo la falta de maquinaria, dado el endeudamiento del labrador y la falta de cultivos remuneradores. Por otra parte, la presión tributaria es agobiadora; la concurrencia extranjera poco evitada; las ganancias del gran comercio intermediario, excesivas y en manos de los judíos; los precios por abonos y fluido eléctrico, en manos de consorcios judíos, usurarios... El labrador no hace más que contraer deudas.
Se procuraba que cada terrateniente administrara la explotación en beneficio del aprovisionamiento de todo el pueblo, y sólo los compatriotas alemanes debían poseer la tierra. La posesión jurídica del suelo debe ser hereditaria, para bien general. Se creaban tribunales en la clase agraria para que ello se cumpla, constituyéndose con labradores y representaciones del Estado. Supresión de la especulación de tierras y de rentas para el poseedor inactivo; el Estado tiene derecho de opción en toda venta de tierras; prohibición de constituir hipotecas a favor de prestamistas privados; autorización para el crédito a sociedades agrícolas y del Estado; impuesto sobre el producto conveniente, con exclusión de los demás; coexistencia de diversas magnitudes de propiedad agrícola que cumplen su función; derecho de Anerbe (institución vinculadora del derecho alemán sobre tierras, para evitación de la pulverización de la propiedad agrícola y endeudamiento de la misma); derecho de expropiación, con indemnización adecuada de las tierras no poseídas por compatriotas, mal cultivadas o grandes propiedades no cultivadas por sus propietarios y destinadas a colonización interior, por causa de utilidad pública. La colonización interior se administrará por el sistema hereditario, examinando las condiciones de los labradores, teniéndose en cuenta a los hijos del labrador establecido no herederos.
La mejora de los campesinos se perseguirá mediante la desgravación tributaria, evitación de deudas, rebaja del interés de los préstamos estímulos a la remuneráción del cultivo, proteccionismo aduanero, eliminación de la especulación bursátil de los productos agrícolas y de la explotación de los agricultores por el comercio al por mayor de sus productos y su substitución por asociaciones agrícolas fomentadas por el Estado; suministro de maquinaria, abonos, semillas y ganado a precios ventajosos, mejoramientos; extinción de plagas, informaciones e investigaciones agronómicas del suelo, gratuitamente. Los trabajadores del campo serán admitidos, mediante contratos de trabajos justos, en las asociaciones de campesinos; el Estado será el inspector y juez supremo. Los trabajadores que descuellen serán preferidos para establecerlos como colonos y la mejora de la habitación y del salario para los trabajadores ha de constituir una rápida realización. Fomento de la enseñanza agrícola y de la cultura campesina.
Hitler termina su declaración diciendo que es un desatino creer que se puede excluir ninguna clase profesional de la comunidad popular y que es un crimen lanzar a los campesinos contra las ciudades, pues las dos partes, para florecer, han de ser conjuntamente.
Después de lo consignado en el programa y en las declaraciones posteriores de Hitler sobre la cuestión agraria alemana, y luego de haber expuesto el comentario explicativo de la posición del partido respecto de la cuestión referida, conviene tener en cuenta algunas opiniones recomendables de la literatura nacionalsocialista, aunque sólo sea para orientar al lector en sucesivos estudios.
Hildebrandt expone en una monografía sobre el nacionalsocialismo y los trabajadores del campo[2] la vida del campesino alemán con tétricos colores. Pobreza, ignorancia, desamparo por todas partes en el hogar campesino. «En la casa del trabajador el joven bebe desde pequeño el veneno del odio, cuando ve al padre sentarse a la mesa lleno de preocupaciones y a la madre vagar por la casa con ojos llorosos»[3] Tal estado de cosas, en el campo alemán, no mejoró con la revolución, y, a pesar de las huelgas alentadas por los social-demócratas, ninguna utilidad para la masa de trabajadores se ha obtenido. Claro que los marxistas se han aprovechado de tal situación, pero sin mejorarla, porque la democracia liberal judaico-capitalista del mes de noviembre ningún interés tiene en la formación de una clase campesina fuerte y sana.
Después de una descripción detallada de la vida del trabajador del campo, vivida por el mismo autor que de él procede, afirma: «Nuestros padres fueron social-demócratas y nuestros hermanos todavía en parte lo son. En estas luchas, nos encontramos con Adolfo Hitler; él nos enseñó a amar la patria alemana con el alma popular, cosa que no fue para nosotros difícil de comprender, porque nos acordábamos de nuestra juventud; escuchábamos aún el rumor de los bosques y nos acordábamos de los juegos felices en medio de libre naturaleza patria; cuando ya fuimos hombres y la vida de guerra quedó atrás, buscamos el socialismo para poder tener una parte en esa patria, en esa tierra natal. Después de habernos hecho hombres en las trincheras, no quisimos ya arrastrar el dogal de la esclavitud ni tolerar que nuestra sangre fuese absorbida por una fauna liberal burguesa.
Buscamos al socialismo alemán y otra vez tropezamos con Adolfo Hitler; él nos hizo ver claramente que no es socialismo lo que el marxismo propaga desde hace ya muchos años, especialmente el ver un robo en la propiedad, y nos enseñó otro camino. Los alemanes debíamos prepararnos para rechazar lejos de nosotros a los bebedores de sangre; que anualmente sacaban millones y millones de las heridas del pueblo. El verdadero socialismo alemán conduce a esto: a posibilitar la mejora de posición a todo ciudadano y compatriota alemán bajo el gobierno alemán del Estado, socialismo que se garantiza mediante la unión de los compatriotas de todas las clases sociales, impedida por el aborto liberal burgués y por el marxismo».[4]
La predisposición de ánimo del nacionalsocialismo se refleja en la monografía de J. Dorner, que no siendo programática expresa bien el punto de vista del partido en variadas propagandas[5]
Política industrial
La concepción industrial del nacionalsocialismo, la expresa Hitler en estas palabras: «Lo que nosotros en torno nuestro contemplamos como inventos materiales, todo es resultado de la fuerza creadora y de la capacidad de cada persona... Todos estos inventos sirven, en su más profunda significación para un desenvolvimiento humano altamente realizado».[6]La técnica en su manifestación actual, se muestra en la industria, principalmente y está enlazada con el rentabilismo capitalista y subordinada a él, y ésta, a su vez, manejado por el espíritu judaico-materialista.[7]
La técnica lo influye todo, hasta los dominios del arte, la misma música no se substrae a aquélla, y viene a ser el supuesto del progreso en casi todos los órdenes. La evolución de la economía nacional alemana, que de agraria se ha convertido en industrial, a la técnica es debida. El imperio británico, desparramado por el globo, no sería posible sin la técnica que consolida su cohesión. Pero todo ese colosal desarrollo de la técnica no tiene otro fin que el de proveer a la necesidad cotidiana de la alimentación a cubrir nuestras necesidades materiales. Pero la banca y la bolsa judía dominan la industria, que, con la inflación, se vio obligada a humillarse, so pena de desaparecer. Aprisionada así, la industria no puede cumplir la finalidad que naturalmente le está asignada, o sea: la productividad más abundante y completa de bienes, regida por la idea de proporcionar a todos los hombres la mayor participación posible en tales bienes y emanciparles en lo posible de los esfuerzos corporales, fomentando, al mismo tiempo, el desenvolvimiento de la cultura. Pero tiranizada la industria, lo que se procura es que dé la mayor cantidad posible de dinero; no que realice un servicio, sino un gran beneficio[8]; procurar la mayor rentabilidad en beneficio de un pequeño y anónimo círculo de propietarios.
La posición del nacionalsocialismo está simbolizada en su afirmación fundamental: emancipación de la servidumbre del interés.
Política comercial
El punto de vista que sobre este tema defienden los nacional-socialistas recuerda una ya vieja interpretación de los economistas científicos, puramente científicos, sobre qué es lo económico. Unos economistas entendían que sólo puede considerarse "económico" lo que tiene el carácter de economicidad y que esta consiste en obtener el mayor producto con el menor esfuerzo. Así presentado el llamado "principio de economicidad", parece algo muy conveniente, deseable y hasta justo; pero si se reflexiona sobre los elementos que se reúnen en el trabajo social y en las consecuencias de la aplicación de tal principio, pronto se ve que la resultante posible y casi inevitable es la explotación del trabajo de suerte inhumana y el estrago social.Porque, vamos a ver: ¿Es admisible esa racionalización del trabajo que absorbe intensivamente hasta la menor energía humana? El fordismo ha procurado tal cosa en algunas de sus medidas y por eso ha tropezado con la resistencia de los trabajadores. Se perseguía la conveniencia económica de la empresa, pero se dañaba ese elemento de la producción inseparable del hombre: el trabajo corporal de todas clases.
Otro ejemplo: El gran comercio puede dar más baratas las mercancías que el pequeño comercio porque tiene el auxilio de la maquinaria y del gran capital; el comprador, al adquirir más barato, realiza un menor esfuerzo económico y por lo tanto, conforme al principio de la economicidad, tal comercio sería más deseable, preferible a todo otro que no reúna tales condiciones. Sin embargo, el pequeño comercio representa una masa de población, una base familiar, por regla general, que constituye la solidez social básica; no significa una acumulación financiera pero sí algo que vale mucho más, como es una masa de población nacional sustentáculo del Estado. Por consiguiente toda política económica orientada en el sentido de proteger a la gran empresa y relegar a la pequeña, queriendo ser económica acabaría por socavar la economía nacional. Y cosa parecida puede decirse de la política comercial exterior que, queriendo obtener más baratos los artículos de importación, abriese las puertas aduaneras a poderosos concurrentes que aniquilarían a los productores nacionales que no pueden competir con el extranjero.
En síntesis: los economistas científicos, que se les da una higa de la política de los partidos, no aceptan esa concepción económica que, en fin de cuentas, es sólo un incentivo para la máquina y para la plutocracia. Una renuncia a la ganancia de una operación económica entre particulares puede redundar en beneficio de toda la economía social. Y aunque suene a paradoja, un buen negocio económico puede resultar muy mal negocio social. Los nacionalsocialistas razonan así: los grandes bazares están explotados por los judíos y el empleo del bluff es su método, junto a todo lo que significa captación y no siempre conveniencia a las verdaderas necesidades.
La multitud anónima penetra en los bazares y el lujo en edificación e instalación, la variedad de cosas que solicitan al comprador, le decide a gastar en cosas de mala calidad, siendo las mejores en esos bazares más caras que en los comercios de verdaderos especialistas. Todo ello significa la ruina de la clase media comercial. El bazar ofrece lo barato malo y lo bueno más caro. Son verdaderos espejuelos para la caza de alondras parroquianas. Crean necesidades artificiales.
He aquí algunos ejemplos de lo observado en los bazares.
Venta de artículos averiados: quesos podridos (Munich), tocino rancio (Brunswick), embutidos en malas condiciones (Berlín)... Todo esto cuidadosamente anotado por Gerber Rosten.[9]
En 1932, el comercio de los bazares se cifró en Alemania en 2.500 millones de marcos. Aunque esto representa la décima quinta parte del volumen del comercio al detalle, como el volumen de 50.000 medianos comercios que tengan de tres a cuatro empleados, trabajando, además, su propietario. Estos 50.000 comercios, con sus correspondientes 150.000 a 200.000 empleados, resultan eliminados por los bazares. En este círculo hay que incluir, además, de 200.000 a 250.000 individuos más que se quedan sin pan. Y las enormes ganancias de los propietarios de los bazares son atesoradas y sirven para otros fines distintos de la productividad industrial.
Y por lo que al personal se refiere mientras los empleados son mal retribuidos, los directores —como ocurre en el consorcio Karstadt— reciben una paga fija de 120.000 marcos y el 30 por 100 del beneficio neto, más otras ventajas. Esta participación, con las demás ventajas, se cifraron en el año 1929 en 6,5 millones de marcos. Añádase a eso que los directores son también accionistas y sacan sus buenos dividendos. El negocio no puede ser más redondo.
No precisa insistir más sobre el tema para formarse una idea de los fundamentos en que se apoya el nacionalsocialismo para combatir los bazares.
La estatificación
El programa del partido consigna la estatificación de las explotaciones gigantescas. Hay que fijarse en que el programa admite la conservación en propiedad privada de las explotaciones pequeñas, medianas y grandes, en todos los dominios de la vida económica, pero excluye las explotaciones gigantes (Riesenbetriebe). Pero que no es precisamente la magnitud, la concentración, lo que dicta este pensamiento, sino también otras condiciones y circunstancias. Toda orientación marxista queda excluida. Se reconoce que hay industrias que no pueden ser llevadas en pequeña explotación (los altos hornos, por ejemplo), pero otras sí. Son más convenientes 100.000 zapateros, que pueden muy bien explotar tal industria, que no cinco fábricas gigantescas de zapatería.Los conciertos, sindicatos y trusts deben estatificarse. Teóricamente, la producción industrial en gran escala puede ofrecer productos más baratos y mejores, indudablemente; pero, en realidad, lo que ocurre con estas organizaciones gigantes es que dictan el precio al mercado, disponen la calidad de las mercancías y limitan su cantidad. El consumidor entra sólo en cuenta para el cálculo del límite máximo y mínimo de su capacidad de compra. Los llamados ring, operan reabsorbiendo las demás de la misma clase y así se evitan la competencia; se adscriben o se cierran. De esta suerte se regula la oferta de productos al señalar "contingentes" para el mercado, y automáticamente hacen jugar la oferta y la demanda y, por lo tanto, el precio. Eliminada prácticamente la competencia, se hace amo del mercado la explotación gigante. Y el accionista, entonces, lo que busca es sacar el mayor interés a su capital, aunque padezca la calidad del producto y se pisotee el interés del consumidor. Todo invento que puede representar una mejora se mira con gran prevención, sobre todo si amenaza a la rentabilidad del capital. No pocos de ellos han sido comprados y escondidos. Y como ya no pueden emprender otra orientación, puede decirse que han cristalizado; disponen de una gran burocracia y están maduros para entrar en la estatificación en beneficio de la colectividad.
Pero, ¿todas las explotaciones gigantes deben estatificarse? No. La estatificación es limitada. Las comunicaciones admiten la estatificación y sobre esta rama la experiencia de los ferrocarriles de Estado es, en Alemania, concluyente.
En la rama comercial, la estatificación debe limitarse a lo que es objeto de consumo de masa. Y en este sentido quedan comprendidas las subsistencias más importantes (los cereales, por ejemplo), pero no la producción de los mismos, sino su reparto. Durante la guerra, Alemania conoció esta reglamentación del comercio de los trigos, lo que fue llamado por algunos "socialismo de guerra", término equivocado, toda vez que la estatificación de ese comercio nada tenía que ver con las supresiones de la producción privada que es término programático de la democracia social.
En Rusia las únicas organizaciones burguesas subsistentes han sido las asociaciones agrícolas de producción y de consumo. La permanencia de esta rama de la economía agraria está justificada. La asociación agrícola (para abonos, maquinaria, etc.) facilitará la cobertura del consumo. Por último: las sociedades de consumo eliminarían a los intermediarios, favoreciendo directamente al consumidor. Como se ve, el nacionalsocialismo tiene un sentido realista que le lleva a no mover un pie en su plan de grandes transformaciones programáticas sin haber afirmado bien el otro.
La Hacienda. El Estado sin impuestos
La concepción financiera del nacionalsocialismo en este respecto es muy interesante. Bastaría, de momento, enumerar los puntos salientes de la orientación para que quedase justificada la curiosidad que, lógicamente, despierta. Los impuestos se admiten sólo para cubrir los gastos improductivos (gastos de administración, de defensa, etc.); la presión tributaria ha de ser regulada conforme a la capacidad económica; las deudas interiores sufrirán la anulación legal, teniendo en cuenta los intereses devengados y pagados. Y si el Estado se libra de deudas y suprime el interés del dinero, puede prescindir de impuestos, ya que en realidad lo que se ingresa hoy queda absorbido por el servicio de la Deuda.Feder dice en su explicación del programa nacionalsocialista que el Estado sin impuestos no es una utopía y que puede demostrarse numéricamente su posibilidad[10] Y como directrices de la política financiera nacional-socialista describe las siguientes:
- Supresión de todo impuesto destinado a pagar intereses de deudas.
- Los impuestos son admisibles para cubrir los gastos improductivos, siempre que para ello no bastasen los ingresos procedentes del dominio fiscal (ferrocrriles, correos telégrafos, montes públicos, minas, etcétera).
- Para necesidades especiales y extraordinarias, sobre todo para atender a los gastos de guerra, se recurrirá a los impuestos directos e indirectos.
- Los impuestos directos sobre la propiedad inmueble se admiten con nueva graduación; con mínimo de exención y consideración especial de las familias con hijos y otras cargas.
- Los funcionarios públicos estarán libres de impuestos, y los que estén casados tendrán bonificaciones especiales.
- Los impuestos indirectos, en tiempos normales, se aplicarán a los objetos de lujo, a su producción y a los consumos de masa no saludables (tabaco, alcohol, etc.). Los demás impuestos indirectos que hoy gravan a la gran masa popular, hay que evitarlos (azúcar, cerillas, sal, gaseosas, gas y electricidad, etcétera).
- Las ganancias extraordinarias de guerra hay que revisarlas, con distinción entre las ganancias de coyuntura y las del trabajo simplemente.
- Desgravación del impuesto de timbre y de tasas que dificultan la disposición de los bienes, siempre que ésta, no vaya contra el interés general. En esta categoría quedan comprendidos también los impuestos sobre herencias y donaciones.
Frente de Trabajo
Lo mismo que en la URSS y que en la Italia fascista, fue prohibida la huelga, y como los sindicatos fueron disueltos, el obrero quedó sin intermediarios frente al Estado, que intervenía como árbitro en caso de conflictos laborales. El Estado intervenía para aconsejar o reemplazar las insuficiencias en el material agrícola e industrial. No se produjo ninguna resistencia obrera y los socialistas se adhirieron en masa al régimen. El Frente del Trabajo, creado en mayo de 1933, había reunido 25 millones de afiliados, que formaban un bloque único dividido en secciones administrativas.
Los jefes del Frente del Trabajo eran los jefes del patrono. El obrero estaba al servicio del patrono quien era su líder. No existía representación obrera y el salario se fijaba de acuerdo con el trabajo realizado. El descanso del obrero estaba reglamentado y organizado por un servicio especial llamado Kraft durch Freude (La Fuerza por la Alegría), la lucha social se hallaba así absorbida dentro de un órgano social. En cierto modo, el obrero se convertía en soldado y guerrero, y en lugar de concentrar esa fuerza de lucha para combatirse entre las clases sociales, como en el marxismo, se concentraba para luchar en unidad por un proyecto de nación.
Armamentismo
Un aspecto que ha sabido utilizar la propaganda oficialista es la relativa importancia que tuvo para la economía nacionalsocialista la alta producción de armamento. La economía del régimen se orientó lógicamente al armamentismo durante la guerra, que no obstante, era provisional y tenía un beneficio adicional independientemente del producido por la economía de base. La concentración de capital en la industria de armas favoreció una rápida expansión de la capacidad industrial germana y ayudó a reducir los niveles de desempleo, no obstante, la gran mayoría de las empresas alemanas producían para el sector privado y el consumo.Aunque Maxine reconoció que la economía del Tercer Reich tuvo muchos logros, sus conclusiones terminan por condenarla porque según él, entrañaba un aspecto "antisemita" y porque "era una economía de guerra", cuestión que fue propagada ampliamente por el economista judío Paul Samuelson, lo que le valió el Premio Nobel en 1970.
Sin embargo se trata de un dogma sin bases reales. John Kenneth Galbraith, jefe del Control de Precios en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, dice que hasta 1941 (durante los primeros nueve años del régimen de Hitler), había más economía de guerra en la Gran Bretaña que en Alemania. En ese año los ingleses fabricaron 20.100 aviones militares, frente a 10.775 aviones alemanes; 4.843 tanques ingleses, frente a 3.790; 16.700 cañones, frente a 11.200.[12]
Otro experto, Burton E. Klein, también niega que la economía nacionalsocialista se hubiera basado desde 1933 en lo que se denomina "economía de guerra". Hasta que la guerra se generalizó (1941-1942) comenzó plenamente el gran esfuerzo bélico.
Por otra parte, la razón detrás de esta política económica alemana, además de aquellas emanadas del Tratado de Versalles, era que Hitler siempre consideró a la URSS como una amenaza para toda Europa. De este modo, esta aparente "economía de guerra" tenía como propósito la legítima defensa nacional y una planificación ante un inevitable conflicto bélico entre Alemania y el Estado soviético, un conflicto del que nunca se esperaba que desembocaría en una guerra mundial provocada por las potencias occidentales.
Por lo tanto, esta preparación de una guerra con la URSS tenía dos principales objetivos.
- EL territorio alemán de 1918 a 1933, resultaba insuficiente para la población alemana, por lo que se vio necesario expandir el espacio vital (Lebensraum) hacia el Este de Europa, en territorios ocupados por la URSS, escasamente poblados y con un nulo aprovechamiento de sus recursos.
- Destruir el judeo-marxismo internacional.
Citas sobre la economía del Tercer Reich
Ningún análisis económico "serio" habla objetivamente del nacionalsocialismo ni de su economía. La escuela austríaca se obsesiona con relacionarlos con el "socialismo" (entendido en su forma vulgar de "comunismo") y los marxistas se obsesionan con que "se trataba de un instrumento de la burguesía y del capitalismo".Los alcances de la economía nacionalsocialista fueron tan considerables y se dieron en tan corto tiempo, que sus adversarios (Fondo Monetario Internacional, Bancos, Multinacionales, etc. la mayor parte controlados por el judaísmo internacional) han considerado indispensable ocultar del todo en qué consistía. Se le ha colocado encima una lápida y no se enseña a los universitarios ni a los alumnos de las escuelas de economía.
De hecho una de las causas de la Segunda Guerra Mundial fue precisamente el deseo de destruir dicha Economía que contradecía los postulados capitalistas defendidos de los aliados occidentales, y los cuales terminarían por imponerse rigiendo el mundo actualmente.
Los grandes banqueros
se alarmaron con los éxitos de la política financiera de la Alemania de
Hitler, de la misma manera que varias generaciones atrás sus familias se
asustaron de los éxitos de la natural economía de Lincoln y de
Napoleón. Lo que hubiera sido un laudable progreso para Alemania y otros
paises tomando ejemplo de ella fue, en realidad, la principal causa de
la Segunda Guerra Mundial. La lucha entre políticas monetarias rivales
era inevitable.
Carnelius Carl Veith, "Citadel of Chaos".
Marriner Eccles, del
Federal Reserve Board, y Montague Norman, presidente del Banco de
Inglaterra, llegaron a un acuerdo, en 1935, sobre la política a emplear
para aplastar, por todos los medios, incluyendo la guerra, si fuese
necesario, los experimentos financieros de Hitler.
"The Word" de Glasgow, 3-8-1949.
El crimen imperdonable
de Alemania antes de la II Guerra Mundial fue su intento de extricar su
poder económico del sistema de comercio mundial y crear su propio
mecanismo de cambio, que le negaría beneficios a la finanza mundial.
"Memorias", Churchill.
Las dos principales
causas de la II Guerra Mundial fueron: Primero. El éxito del sistema
alemán de trueque. Segundo. La determinación hitleriana de no aceptar
préstamos extranjeros. Su declaración de que los negocios de Alemania
serían llevados a cabo de la misma manera que los de un honrado
comerciante causó verdadero pánico en los círculos financieros.
Francis Neilson, "The Churchill Legend".
No vamos a permitir que ese fulano, Hitler, se salga con la suya. Su política monetaria es un peligro para todos.
Bernard M. Baruch, durante un homenaje a George C. Marshall en 1938, citado por Francis Neilson, "The Tragedy of Europe".
Debemos mantener bajos
nuestros precios, aún perdiendo dinero, pues así obtendremos a los
clientes de las naciones no beligerantes. Será la única manera de
destruir el sistema alemán de trueque.
Bernard M. Baruch a Roosevelt, New York Times, 14-9-1939.
Hitler ponía en
práctica el patrón Trabajo, opuesto al patrón Oro. En sus relaciones
comerciales internacionales preconizaba el "barter" (trueque) y estaba
dispuesto a no aceptar los préstamos bancarios extranjeros (la Banca
alemana había sido embridada y puesta al servicio del Reich). Esto era
fatal para la Alta Finanza Internacional, no ya por el hecho de haber
perdido al importante mercado alemán, sino por el peligro que
representaba el Reich, en su doble vertiente de su expansión económica y
de ejemplo para otros países que desearan romper las cadenas de la
Kapinter… En plena guerra, en Alemania, no se habla de la necesidad de
aumentar los impuestos, ni de estimular el ahorro ni de lanzar enormes
empréstitos de guerra. Muy al contrario. Recientemente acaba de abolirse
un importante impuesto. El dinero es tan abundante que, desde nuestro
punto de vista, no tiene explicación. Hitler parece haber descubierto el
secreto de trabajar sin un sistema financiero clásico y haber puesto en
marcha un sistema basado en el movimiento perpetuo.
The Times, Londres, 11 y 13 X 1940 y 15 X 1940.
Bibliografía
- A. Hermann, A. Ritsch, La Economía Nacionalsocialista
- Gottfried Feder, Manifiesto para el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero
- Economía de éxito: Ahora prohibida. Recopilación de los textos de Gottfried Feder.
- Ignaz von Unter den Linden, Adolf Hitler: Genial Arquitecto del Tercer Reich.
- Maxine Y. Sweezy, The Structure of the Nazi Economy. Fondo de Cultura Económica. 1944.
Referencias
- ↑ M.Y. Sweezy. 1940.
- ↑ Nationalsozialismus und Landarbeiterschaft, München, 1930.
- ↑ p. 5.
- ↑ p. 44.
- ↑ Bauernstand und Nationalsozialismus, München, 1931.
- ↑ Mein Kampf.
- ↑ P. Schwerber, Nationalsozialismus und Technik, München, 1932, pág. 25-
- ↑ pág. 47.
- ↑ A B C des Nationalsozialismus', 1933, Berlín.
- ↑ Der Deustche Staat, p. 129.
- ↑ Véase también sobre esta materia la monografía de H. Buchner, Die goldene Internationale. Vom Finanzkapital, Tributsystem und Trägern, München, 1931.
- ↑ John Kenneth Galbraith, Memorias. Ed. Grijalbo.
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Enlaces externos
- Infokrisis: Así se pagó la deuda
- Libros sobre economía nacionalsocialista
- Frente Socialista del Trabajador
Adolf Hitler explica el valor del trabajo |