|
"Sangre y Honor" y emblema de las SA. |
RACISMO: AMOR A LOS PUEBLOS
En
la historia contemporánea, casi no hay vocablo que levante tanta
emoción y miedo como Racismo. Ninguno engendra más infantilismos y
cobardías. Ningún problema es más fatal o más provocativo que el problema
racial. Y sin embargo, el destino de la humanidad depende sólo de un
examen en profundidad de este problema y de su sola, única e
indispensable solución. Es cierto que la palabra Racismo ha sido
manoseada, apartada de su concepción verdadera por diletantes o
maníacos, y uno se creería bien inspirado al abandonarla.
Así,
podríamos reemplazar la palabra “Racismo” por la de “Racialismo” a fin
de escapar tal vez a la mala fama. Pero aquello no nos pondría a salvo
de una nueva deformación y añadiría al
mal de nuestro tiempo (donde el valor y el sentido de las palabras han
caído en una confusión penosa), dando al mismo tiempo razón a nuestros
enemigos. Además, esta adaptación al medio democrático sería sospechosa
desde más de un punto de vista. Luego, la honestidad más elemental,
exige más bien, que establezcamos el significado de la palabra Racismo
en toda su pureza.
Primero,
condenamos la discriminación. El hecho de maltratar a un individuo a
causa de su raza, de su color, de su idioma o de su religión es muy
injusto. Todo el mundo puede estar de acuerdo sobre este punto. Por el
contrario, pocas personas se dan cuenta del espantoso peligro engendrado
por el antirracismo sistemático. La torpeza y la deslealtad que
caracteriza a los políticos han obscurecido y deformado esta situación.
Los que se niegan a afrontar este tema capital combaten en realidad
contra los que creen defender. Constatamos que existe, en escala
mundial, un complot lúcido que intenta hacer un solo mundo recurriendo a
la integración racial. Pero en todos los países donde se ha impuesto
esta integración, el resultado fue una discriminación más grande que
nunca.
Los individuos son así empujados a la sublevación extrema con todo lo que ello comporta de resentimientos,
de amarguras, de odios y de matanzas. Constatamos también que el hecho
racial es a tal punto poderoso que el mal subsiste aún allí donde la
mezcla es admitida, ya que cada grado de mestización hace
nacer a menudo una nueva clase social. En el campo social, los
espíritus superficiales y los bienpensantes infantiles se han convertido
en juguetes entre las manos de dirigentes que incitan a la violencia
racial... ¡en nombre del amor universal! Es urgente que los pueblos
tomen conciencia de la insondable imbecilidad de estas tentativas
encubiertas bajo el manto del “amor universal”. En efecto, ¡la suerte
del Hombre está en juego!
El
respeto a la herencia biológica es un principio que es imposible no
tomar en consideración cuando se trata de la evolución del hombre. Los
que, en nombre de la “fraternidad humana”, hacen desaparecer el
patrimonio hereditario de un plumazo, no le impiden actuar. En efecto,
la Naturaleza castiga las violaciones de las leyes de la vida, y los
antirracistas trabajan a favor de su desaparición combatiéndonos. Que
por lo menos esta reflexión los lleve a tolerar nuestras ideas y a
respetar la libertad de opinión que ellos proclaman. El
bienestar de la humanidad depende del bienestar de cada raza y
recíprocamente, ya que una no puede desarrollarse verdaderamente sin la
otra.
El racista elimina de su vocabulario la palabra igualdad. La idea misma
de igualdad es un absurdo. Los hombres son, por esencia, desiguales
tanto en lo físico, como en lo moral. Sucede lo mismo con las razas. El
racista sabe muy bien, que lo que los demócratas llaman prejuicio es un
reflejo defensivo normal, comunitario, y que pertenece a cada raza. Sólo
trabajando en el sentido de una conciencia racial esclarecida, se puede
resolver en armonía geográfica y en paz, los problemas ligados a la
idea de la Sangre.
Dr. Jacques Baugé Prévost; Director del Instituto Superior de Ciencias Psicosomáticas, Biológicas y Raciales. Lausana.